La persona corriente que vive su vida y la considera aburrida y exenta de inspiración, no ha hecho ningún intento para obtener conocimiento o información que la inspire. Está tan hipnotizada por su medio ambiente, a través de los medios de prensa, a través de la televisión, a través de la gente que vive y crea ideales, que lucha para llegar a ser… y nadie puede en realidad llegar a ser, en términos de apariencia física y de definiciones de belleza y valor que son todas ilusiones.
Así que la mayoría se rinde y vive su vida en la mediocridad. Y puede vivir esa vida, y puede que realmente su deseo nunca suba a la superficie para que pueda ser diferente.
Pero si sube a la superficie y se pregunta a sí mismo si hay algo más, o por qué está aquí, o cuál es el propósito de la vida, o adónde va, o qué ocurrirá cuando muera; si empieza a formularse esas preguntas, comprenderá que quizá no esté sufriendo un colapso nervioso, comprenderá que está viendo cómo sus viejos conceptos acerca de cómo veía su vida y el mundo empiezan a desplomarse.
Estamos en un territorio completamente nuevo en nuestro cerebro, y por eso mismo estamos reconectando el cerebro, literalmente reconectándolo a un concepto nuevo.
Y en última instancia, nos cambia de adentro para afuera. Si cambio de idea, ¿cambiaré mis elecciones? Si cambio mis elecciones, ¿cambiará mi vida?
¿Por qué no puedo cambiar? ¿A qué estoy adicto? ¿Qué perderé a lo que estoy químicamente apegado? ¿Qué persona, lugar, cosa, momento o acontecimiento al que estoy químicamente apegado no quiero perder porque no quiero suspender mi adicción?
He aquí el drama humano.
(What the bleep do we know.)