El yoga es un maestro, el que lo ha practicado por mucho tiempo, sabe de qué hablo.
Hoy cada día más se practica yoga, o disciplinas que se le acercan, se realizan en muchas partes…en gimnasios, en colegios, en Hoteles, en Escuelas de Yoga, etc. Pero esa práctica es, a mi parecer, sólo un entrenamiento.., la verdadera ocurre en la intimidad entre uno y su “mat” o alfombra de yoga.
Es ahí, cuando atraviesas la barrera de la voluntad y te enfrentas a tu mat en un lugar dónde nadie más está, sólo tú, es ahí donde puede ocurrir el verdadero encuentro “el yoga” y la práctica personal se desarrolla.
Los sentidos se vuelcan a lo que realmente importa, el camino a recorrer cada capa del ser, pasar por la “carne”, el cuerpo, que se va entregando de a poco, en comunicación con el sonido de la respiración.., los pensamientos invaden, la pereza que quiere tentar, pero la dejo ir, no la tomo en cuenta. Solo yo con “Mi Misma”, en ésta, la práctica maravillosa que conozco hace más de 15 años, una danza de autoconocimiento…un mar que nunca se acaba, donde el medio es éste cuerpo que elegí tener, éste vehículo que me lleva a los espacios más insólitos y a veces oscuros de mi ser, que me ha llevado a cruzar por el miedo, la frustración, la pereza, finalmente el ego, pero también me lleva por la Gratitud maravillosa, por la Plegaria, por la Meditación en movimiento, por la experiencia de la Salud interna y externa.
Qué distinta es la práctica cuando se reliza desde el ego, es ahí cuando es posible que aparezcan las lesiones del cuerpo: “vamos, si tengo que llegar a tomarme en marichyasana!” , pero eso no es yoga, no hay “unión”. El cuerpo, el ser, tiene su tiempo, todo tiene su tiempo, como cuando se cocina un rissotto.., lentamente, incorporando el caldo, revolviendo, hasta que quede suave y cremoso, todo a su tiempo, aceptando lentamente que es así.