Este texto se lo saqué a Anahata, siempre aportando para el grupo que lo seguimos en Facebook.
“A mi me ha servido “dejar constancia” por escrito de mis mareas bajas… me sirve para tomar distancia y desapegarme del bajón… incluso hay un momento en el que no me queda otra que reírme de mi propia sinfonía patética, de los argumentos que me cuento y de la valides que les doy.
Al escribir, ponemos en marcha otras funciones de nuestro sistema síquico que relativizan la profundidad y el foco cenital que en ese momento tenemos puesto en nuestro argumento emocional.
Nuestras particulares circunstancias pueden seguir siendo las mismas, pero mi forma de mirarlas, interpretarlas e incorporarlas puede ser enteramente distinto.
También ayuda el compartir, el desnudarse ante otros… de la misma forma como “el pasto se ve mejor en el jardín del vecino”, así también cuando nos abrimos generosamente al “drama” o el “royo” del otro, lo mas probable es que nuestros propios “atados y royos”, nos hagan sentir incluso avergonzados por prestarles tanta atención y darles tanto combustible… las mas de las veces los royos ajenos parecerán varias veces mas densos y patéticos que los propios.
Un hombre despertó sobresaltado de su sueño.
En el sueño, Dios le decía: “Toma todos problemas, mételos en un saco y vete al Templo”.
El hombre, obediente, pasó revista a todos sus problemas, buscó un saco, los echó dentro y partió rumbo al Templo con su cojera, su hijo alcohólico e indolente, su casa y su vida miserables.
A poco andar, notó que otras personas, algunos vecinos y otros que parecían venir de mas lejos, también cargaban sacos, algunos, otros venían con carretas de bultos oscuros y tenebrosos y todos parecían marchar penosamente rumbo al Templo.
Algunos se quejaban: “por qué tendrá que ser Lunes otra vez”… otros se lamentaban: “hayyy esta mujer”… “Dios me libre de este hombre!”
Ya cerca del Templo una verdadera romería comenzaba a tener dificultades para avanzar con sus respectivos bultos.
Pasó aún un tiempo que pareció interminable, hasta que ya nadie mas ingresaba al Templo.
La oscuridad de la noche y el silencio sepulcral eran el marco perfecto para un Templo atiborrado de bultos y la escasa luz de las velas dramatizaba patéticamente las ya tristes y atribuladas caras de los somnolientos hombres y mujeres que repletaban cada rincón.
De pronto, un extraño viento apagó las pocas velas que aún ardían… el silencio se hizo mas profundo.
Una enérgica voz, salida de la boca de la noche se hizo escuchar diciendo: “Os he convocado aquí en respuesta a vuestras plegarias… para daros la oportunidad de deshaceros de vuestras miserias y problemas… a partir de este instante podéis abandonar vuestros bultos que habéis traído, escoged cualquier otro que os agrade y volved a vuestros hogares.”… y ya no se escucho ruido alguno…
Tras algunos minutos de un silencio aún mas profundo que el anterior, lenta y silenciosamente, cada uno fue abandonando el Templo y regresó a su hogar… con el mismo equipaje que había traído!!!
Con infinito cariño
Anahata Surbacán”