Cómo amar profundamente a los hijos y liberarlos de nuestras propias cadenas que nos entrega nuestro árbol genealógico.
Tomo prestado éste post de Jodorowsky, porque los consejos que entrega  como decálogo para una madre, desde el pto. de vista de la Psicogenealogía, son de verdad rotundos y liberadores.
“Un cuento relacionado con la madre.
Los bebés ratoncillos tenían sólo unos pocos días de vida. Bajo la atenta mirada de su madre, los bebés ratoncillos saltaban y daban volteretas, brincaban y andaban a la pata coja, chillaban y daban gritos y se lo pasaban en grande en definitiva. De repente, se pararon en seco.
Una enorme sombra negra se había proyectado a lo largo de ellos y el espacio en que jugaban. Lentamente, volvieron sus pequeñas cabezas de ratoncillos para ver de donde procedía la sombra. Allí, agazapado y dispuesto para atacar de un momento a otro, había un enorme gato negro. Sus ojos amarillos eran tan grandes como platos, sus bigotes eran largos y amenazadores, sus dientes amarillos y afilados goteaban saliva. Si el gato hubiese podido hablar, seguro que habría dicho: “¡Hora de comer!”.
Rápida como un relámpago, la madre ratón saltó por encima de las crías y ocupó el espacio entre los ratoncillos y el gato. Sin dejar de mirar ferozmente a los ojos del gato, la madre maulló en voz alta y con actitud:
-¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!
El gato se quedó tan sorprendido que dio media vuelta y salió disparado con el rabo entre las patas.
La madre ratón se volvió entonces a los ratoncillos y les dijo: “Ahí tenéis, hijos míos, que esto os sirva de lección. No subestiméis jamás la importancia de aprender un segundo idioma”.
Decálogo de la madre, desde el punto de vista de la psicogenealogía:
1.-He parido un hijo que no es mío. Lo entrego al mundo.
2.-Este hijo no ha venido a cumplir mi proyecto, ni los proyectos de mi árbol genealógico, sino el suyo propio.
3.-No lo bautizo con ningún nombre ya presente en el árbol, ni con nombres que le impriman un destino.
4.-Se lo doy todo, lo crío con afecto, sin dejar de ser yo misma, sin adicción al sacrificio, sino con responsabilidad y desde la libertad.
5.-Le ofrezco herramientas que ayuden a construir el edificio de su propia vida, pero acepto que tome libremente las que el juzgue adecuadas y rechace las inadecuadaspara él. Me doy cuenta que la mejor manera de enseñar a un hijo no es con mítines, ni con límites, sino con el ejemplo.
6.-Acepto que deje de llamarme “mamá” cuando él lo decida, para pasar a llamarme por mi propio nombre, porque así rompe lazos de dependencia y la relación entre ambos se equilibra.
7.-Le permito y facilito que tenga un espacio privado e íntimo en la casa que sienta como su propio territorio.
8.- En cuanto a la elección de sus amistades, de su carrera, de sus actividades de ocio, etc., le escucho, le doy mi parecer, pero no selecciono nada por él, ni le prohíbo ni lo obligo.
9.- Dejo que mi hijo cometa errores, que se caiga, que no sea perfecto. Comprendo que cada fracaso es un cambio de camino y con ellos se crece cada día; si lo protejo demasiado lo bonsaitizo, nunca será adulto.
10.-Jamás definiré a mi hijo (“es tranquilo”, “eres nervioso”, “es tímido”…), porque entiendo que los niños se forman su autoconcepto a partir de lo que sus padres dicen de él. Le transmito que dentro de él están todas las posibilidades del ser, lo es todo en potencia.”
Fuente: Hablando de conciencia.