“Déjenme contarles que hace muchos años atrás, cuando nuestra cultura aún no se enfermaba el sexo era tan sano como el de los animales pero con la elegancia, el arte y la espiritualidad características de nuestra raza humana. Miles de años atrás hombres y mujeres adorábamos por sobre todas las cosas la Magia de la Creación. Y la creación que nosotros vivenciábamos era principalmente la de la Madre Tierra, la naturaleza, los vegetales, nuestros alimentos y los animales, nuestros compañeros. Y en nosotros ésta magia creativa se manifestaba en las mujeres, en su maravillosa y misteriosa capacidad para reproducirnos y continuar con nuestra especie. No había nada más maravilloso y digno de alabanza. Nuestra espiritualidad o religiosidad iban de la mano con la diosa en todas sus manifestaciones, en las estaciones, en las cosechas, en el florecimiento de la naturaleza, en los ciclos de las mujeres. Y la forma de honrar a la representante de la Diosa, la mujer, era a través del placentero rito del Sexo.
Toda etapa era importante, un evento social terrenal, y espiritual: la primera menstruación, el primer acto sexual, la gestación, el parto, la menopausia. Todo era parte del acto creativo. Y la mujer era quien llevaba los ciclos de la vida. El hombre participaba activamente de éstos cilclos a través de sus propios actos creativos, como lo eran el arte, la caza, su forma de amar a una mujer y la cálida protección que le daba a ella y a sus hijos. Para el primer acto sexual de una joven se hacían públicos los mejores amantes de la comunidad y el consejo de ancianas y la chica en cuestion escogían al mejor. Si el hombre cometía alguna falla, provocaba incomodidad o dolor a la virgen, era humillado y ridiculizado en público y seguramente jamás volvería a ser escogido para honrar a la Diosa.
¿Pero y quién enseñaba el arte de amar a una mujer a los jóvenes? Obviamente las mujeres mayores, mujeres que ya eran madres y que se estaban acercando a la edad del cierre del ciclo reproductivo.
Analicemos la perfección del ciclo natural sin inhibiciones. Una mujer que ya no tiene hijos, cuando podría considerarse “vieja” en nuestra cultura moderna, en esos tiempos se ofrecía como Maestra del Amor, tiñiendo sus pies de rojo.La comunidad completa sabía que estaba dando ese servicio. ¿Han visto algo más natural y repetitivo que la intensa atracción que sienten los muchachos jóvenes por las mujeres mayores?
Cuando eso sucedía, el chico tenía la libertad de acercarse a ellas y pedir su tutoría. Un hermoso intercambio, ella entrega sus conocimientos, su experiencia, vuelve al muchacho un experto en el amor y ella revive, reactiva su seguridad, su belleza ya madura y se energiza con la juventud del chico.
No hay mejor medicina para una mujer mayor que el amor de un hombre joven y no hay mejor remedio para un chico inseguro y principiante que recibir las caricias y la intensidad del amor de una mujer adulta. Eso ahora se debe hacer en secreto, sino es motivo de burla. Esta práctica con el tiempo se fue prohibiendo y ocultando dejándosela a las cortesanas y luego a la prostitución de hace 50 años, aquella forma de hacer perder la virginidad a los jóvenes en un prostíbulo, con las expertas. A la prostitución de ahora no siquiera le queda esa tradición, ya es sólo una vulgar y peligrosa forma de satsfacer el deseo”
El Libro de la Mujer Conciente, Elfa Vanya.